Singularidad y funcionalidad. Esos fueron los requisitos del concurso para la Biblioteca Carlos Santamaría en el campus universitario de Ibaeta, en San Sebastián, que el estudio Jaam ganó en 2005. Una de las últimas parcelas del campus, la más amplia y la mejor ubicada debía acoger un edificio capaz de albergar el estudio y las consultas de todos los estudiantes del centro. Era importante comunicar esa ambición.
Más allá de los propósitos, al tratarse de uno de los últimos edificios, el cliente (Universidad de País Vasco) venía con la lección aprendida. Pidieron un mantenimiento fácil y económico. Y los arquitectos respondieron reduciendo el coste de la climatización y dejando las instalaciones vistas. Sin falsos techos y con suelos desnudos en el interior, el edificio se percibe, exteriormente, amurallado: protegido por un muro curvo no estructural de hormigón blanco que, sin embargo, se puede atravesar por una calle domesticada que multiplica las entradas de luz en el centro. Allí, paseantes, lectores y estudiosos pisan lamas de madera de ipe y se aíslan del ruido exterior. La muralla blanca que recoge y aísla el edificio construye un perímetro y simplifica la lectura de un edificio complejo que en dos plantas y un sótano desarrolla programas de biblioteca, mediateca, auditorio, oficinas y aparcamiento.
El arquitecto Ander Marquet Ryan (San Sebastián, 1968) explica cómo la Biblioteca y Centro de Documentación lleva el nombre del matemático autor de La amenaza nuclear, donde defendía que la técnica no es progreso si ignora la moral en sus usos. Así, el muro de hormigón blanco que recoge la complejidad del nuevo edificio y simplifica su lectura convierte la biblioteca en castillo. Contribuye a la identificación del inmueble al tiempo que suma también a su inercia energética evitando pérdidas térmicas. Al no tratarse de un muro estructural, la fachada curva de hormigón sirve para romper los puentes térmicos y aislar los volúmenes interiores. Atravesar esa muralla de 25 centímetros es entrar en territorio domesticado caracterizado por suelos y fachadas semi-interiores de madera de ipe y zonas de lectura y trabajo forradas de tablero de eucalipto. Aunque el exterior parezca dominado por la imagen, también revela un componente funcional. Los huecos de la fachada iluminan los ejes de comunicación internos y los volúmenes volados corresponden a galerías de lectura que buscan recogimiento y silencio. El interior, de aspecto cálido y luminoso, se ofrece a los estudiantes como un territorio de estudio y silencio. La luz y la comodidad mandan en las dos plantas que el muro blanco arropa y protege del bullicio, el frío y las distracciones.
Fuente:
http://blogs.elpais.com/del-tirador-a-la-ciudad/2011/12/biblioteca-castillo-en-san-sebasti%C3%A1n.html
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