"Un bibliófilo pobre tiene infinitas ocasiones de sufrir. Los libros no se le escapan de las manos, sino que le pasan por el aire, a vuelo de pájaro, a vuelo de precios.
Sin embargo, entre muchas exploraciones salta la perla.
Recuerdo la sorpresa del librero García Rico, en Madrid, en 1934, cuando le propuse comprarle una antigua colección de Góngora, que sólo costaba 100 pesetas, en mensualidades de 20. Era muy poca plata, pero yo no la tenía. La pagué puntualmente a lo largo de aquel semestre. Era la edición de Foppens. Este editor flamenco del siglo XVII imprimió en incomparables y magníficos caracteres las obras de los maestros españoles del Siglo Dorado."
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